Borrador de sombras

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Y esta manía de escribir a lápiz,
artesanal y ajena
a los destellos del ordenador,
sugiere una memoria en blanco y negro
o la deriva sepia de las fotografías.

No es eficaz, lo sé,
pero va más allá de un simple hábito:
un gesto de paciencia que no esconde
las dudas, la pasión, los espejismos
del ritual y el lujo,
las palabras tachadas,
el sol ambiguo de la incertidumbre.

Los lápices se gastan y se gasta la vida.
Tal vez estoy hablando
de una infancia velada y a destiempo,
como un lejano borrador de sombras.

Antonio Jiménez Millán

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