El arma más dulce

Si todos la vieran entenderían por qué me gusta tanto. Me dijeron que me brillan los ojos cuando la miro. “Puedes engañarle a todo el mundo, si quieres, pero ambos sabemos que te mueres por ella.” Si bien es cierto que la he querido bastante, también es cierto que debo ser paciente, esperarla. A veces me quedo mirándola en silencio, porque me parece que al mínimo roce de mis palabras con su sonrisa terminaría por destrozarla. Y pareciera que todo es tan simple, y no he alcanzado a comprender cuánto la he querido hasta que derramé una lágrima en su honor. Un día pronuncié su nombre y suspiré como si me librara de la responsabilidad de guardar un secreto; entonces supe que me había enamorado. Se supone que querer a alguien no debe doler tanto. He conocido tantas cosas con ella desde la primera vez en que la vi con una sonrisa tatuada en el rostro y una mirada tan tierna que parecía una niña. Nunca he visto unos labios tan hermosos ni tuve nunca tantas ganas de besar a alguien. Y parece que la vida se destiñera de sus colores cuando me la presenta tan hermosa y con compañía haciéndome pensar que termino sobrando. Pero es linda. He llegado a sentir tanto por ella que no me imagino un día sin quererla. No me arrepiento de nada aun sabiendo que puedo seguir lastimándome con anhelarla en silencio. Y puedo decir que llevo la mitad de mis textos con ella escondida en alguna letra, pero vale la pena, a pesar de todo. En nuestros casuales encuentros, cuando se me acaban las palabras, no evito pensar en un futuro a su lado y a la vez no descarto la realidad en la que estoy sumido, que no podré tener su cariño aunque quisiera. “No me arrepiento de haberte conocido, pero siempre me lamentaré haberte querido más de lo debido”, pienso y me trago las lágrimas. Sonrío y ella me sonríe también, ignorando el nudo que se me forma en la garganta al pensarla demasiado. Sufrir es tener a la persona que quieres a centímetros de tu rostro y no poder decirle lo que sientes. Supongo que el amor a todos no nos la pone fácil. Hoy la vi de lejos y estuve a su lado un buen tiempo. Bastó para confirmar que estaba perdido pero que en ella siempre iba a tener un consuelo. Ella es el arma más dulce con la que alguien puede suicidarse. Voy a matarme. 

—Cautiva libertad | Heber Snc Nur